LGBTQ, en el armario de la publicidad

Puntos suspensivos dorados

Vaya por delante: esto no es un análisis en profundidad, más bien una reflexión en clave publicitaria a raíz de dos acontecimientos recientes (más que) importantes. 

En las últimas semanas, el colectivo LGBTQ* ha realizado un fuerte llamamiento a toda la sociedad a sumarse a una lucha que no debería existir ya (con lo modernos que somos, ejem): la que persigue el reconocimiento y la consecución de la igualdad en derechos y oportunidades de toda la población, independientemente de su identidad sexual o de género. Este llamamiento ha sido más significativo (y refrendado) si cabe, tras la salida a la luz de diversos ataques violentos contra este colectivo, cuyo caso más brutal y sonado ha sido la muerte el asesinato de Samuel, de A Coruña.

Un llamamiento más que comprensible teniendo en cuenta que es una problemática que nos toca a todos. Y no solo por lo que nos pueda afectar a título personal; porque nos duela el sufrimiento de un amigo gay (“igual lo conoces”), una prima transexual o un compañero de trabajo que se traviste los fines de semana. Sino también, porque si lo que buscamos es una sociedad más libre, pacífica y justa; visibilizar la diversidad se convierte en un tema urgente. También en la publicidad.

Como mujeres (cisgenero y heterosexuales), siempre hemos puesto el ojo en la representación de la mujer en la publicidad. Un incansable fluir de estereotipos que, aunque útiles a fines comerciales, no hacen más que reafirmarse a sí mismos con las terribles consecuencias que ello acarrea cuando un mensaje se difunde masivamente o se viraliza. Sin embargo, nunca habíamos puesto el ojo en el retrato que la publicidad hace del colectivo LGBTQ+. Os damos un adelanto: es prácticamente inexistente.

El tirón del Orgullo

“Pero chicas, si todos los años nos dan el c***** en todos lados con las banderitas del arcoiris”.

Efectivamente, son muchas las marcas que se visten de arcoiris (pocas lo hacen de rosa, blanco y azul, todo sea dicho) para beneficiar su imagen y, de paso, contentar y captar a un sector de sus consumidores potenciales. No nos tomen por cínicas, sabemos que muchas marcas lo hacen concienciadas, pero no son pocas las que lo hacen para sumarse al carro del Día del Orgullo, igual que se suman a San Valentín o a la campaña de Navidad.

Cierto es que esto ayuda a una cierta concienciación social, como el ejemplo que compartimos de Correos del año 2020:

Pero… ¿es suficiente? ¿O se queda en una superficie tan vaga como la de las camisetas con mensajes feministas de Zara?

Publicidad en el armario

Visibilizar la diversidad afectivosexual y de género en la publicidad pasa -al menos eso creemos nosotras- por dar un paso más allá. ¿Dónde están las familias homosexuales en los spots? ¿Por qué en los anuncios nunca aparecen actores transexuales o transgénero? ¿Por qué nos siguen contando siempre la misma historia cuando ahora la historia es otra?

Por suerte, el colectivo LGBTQ empieza a tener una pequeña presencia en el espectro publicitario. Sin embargo, pareciera que los anunciantes tuvieran miedo a incluir la presencia de este colectivo en sus mensajes publicitarios porque posiciona a la marca en cierta ideología. ¡Ay! Amigos, amigas y amigues, la igualdad de derechos no es cuestión de ideología; sino de justicia social. Por muchas firmas que HazteOír recogiera para que retirasen el anuncio de El Corte Inglés en el que aparecía una familia con dos padres.

Es necesario incluir a la comunidad LGBTQ de una forma natural en la publicidad, como medio ultrapotente de calar en la sociedad. Normalicemos eso que muchos todavía no quieren ver normal.

*Se nos pierden algunas siglas, tal vez; pero que quede claro que aquí cabemos todes.

PD. Hemos encontrado un interesantísimo estudio sobre el tema llamado Sexoafectividades en venta: Publicidad y colectivo LGTB. Echadle un ojo.