1985 | Un editorial de Sábado

Puntos suspensivos dorados

Pertenecemos a una generación particular. Solo los que nos conocen bien saben que, en realidad, Sábado nació en 1985, un año con rima que pasa sin hacer ruido para todos los que no vinieron al mundo en él. Sin embargo, los que (solo) hemos vivido 35 años formamos (insistimos) una generación particular.

Entre otras cosas, empezamos nuestros estudios con la certeza del empleo y los acabamos con la palabra “crisis” en todos los telediarios. Tuvimos que renunciar a la tierra prometida sin casi haberla avistado.

Sin quererlo, hemos sido protagonistas de un gran cambio. Nos tocó ser los últimos en todo lo que hoy es viejo (crecer sin internet, salir sin móvil, leer en papel, tener un trabajo estable) y los primeros en todo lo nuevo. 

En el ojo del huracán, nos han llamado de todo. Millennials, desencantados, consentidos, sobrepreparados… Inmersos en un camino incierto, nos tocó escuchar consejos aún más inciertos como “para tener trabajo hay que trabajar” y frases tan manidas como “el movimiento se demuestra andando”. Pero, sobre todo, se nos ha dedicado una mirada, la de nuestros mayores, con una mezcla de tristeza, ternura y consuelo: “qué mala época os ha tocado vivir”. Y todo esto, cada día de nuestra vida adulta.

Al final, sobrevivimos a las vueltas de campana y encontramos (más o menos), nuestro lugar en el mundo. En el caso particular de quien firma estas líneas, ese lugar fue crear algo para lo que nos habíamos estado preparando sin saberlo. Para conservar aquellas cosas de “lo viejo” a las que no pensábamos renunciar (nuestra ciudad, nuestra gente, nuestra felicidad) había que crear algo nuevo. Ese algo nuevo fue una agencia llamada Sábado.

Y sí. Justo cuando la cosa empezaba a ser estable… otro cambio (a peor). No os vamos a engañar: cuando hace un mes Sánchez hizo oficial que el coronavirus iba en serio tuvimos reacciones de todo tipo, algunas bastante apocalípticas. Pero han pasado 30 días en el calendario, demasiadas cosas en el mundo y muchas ideas por nuestra mente.

La principal, es que de esto solo saldremos juntos. Antes de empezar a llenarlo todo de arcoiris, pensemos bien qué significa esto. En esta época tan complicada, miramos de cerca a nuestros clientes, esos de los que nunca hablamos en público. Esos que, sin pretenderlo, nos han acercado a nuestro lugar en el mundo. Paco, Soledad, Cepi, Sandra, Josefo, Juan, Manolo, Borja, Javier, Ana, Rafael, Fernando, Harri, Begoña, Yolanda y todos los demás, este mensaje es (también) para vosotros: gracias.

Como hemos aprendido durante todos estos años, es momento de recomponerse y dar el 200%. Es tiempo de esforzarse sin esperar, por ahora, demasiado a cambio. Este confinamiento tiene que servirnos para mirar hacia fuera y entender que para mantener lo propio hay, antes, que conservar lo de todos.

Porque sí, tenían razón aquellos que nos decían que “para tener trabajo hay que trabajar” y que “el movimiento se demuestra andando”. Y es que, después de un distópico 1984, llegará un 1985 que, por suerte, tiene experiencia más que demostrable en esto del cambio.